Un instante rozando la felicidad...

Recuerdo la primera vez que me pose en aquella piedra en la orilla del río, como, por una vez no pensé en nada. Sólo escuchaba los rumores de los árboles mientras los suspiros del río acariciaban mi pelo y hacían que me estremeciese del frío. No me acuerdo de nada de ese día en Xagoaza, sólo recuerdo las sensaciones que percibí allí sentada: ni una sola preocupación, ni un leve pensamiento que produjese dolor… Sólo ese maravilloso bienestar, como sí la tranquilidad y el sosiego me invadiese.

Lo maravilloso de ese día no fue ni el rumor de los árboles, ni los suspiros del río, si no, que de la forma más inesperada comenzó a llover uniéndose cielo y tierra por un breve instante y lo mejor es que yo estaba allí para verlo y aunque sólo era una mera espectadora sentía que también participaba en la magia de eso que llaman vida. Supongo que pensarás que es absurdo sentirse tan feliz con un instante tan simple, pero yo te juro que sí la felicidad existe, ese ratito la rozó.

Por eso vuelvo a esa piedra el mismo día y a la misma hora… Y espero a que llueva…Lo irónico es que nunca lo ha vuelto a hacer y es fantástico tener la esperanza de que alguna vez volverá a llover de esa manera tan especial, el mismo día y a la misma hora. Aún así cuando puedo, regreso a esa piedra me siento y no hago nada, sólo respiro la pureza del paisaje e impregno en mi retina los colores de la naturaleza, mientras escucho como los pajarillos se pelean entre sí produciendo una melodía que animaría a cualquier, por muy triste o mal que se sintiese.

Si has leído todo el texto te invito a que recuerdes el momento en que sentiste verdadera felicidad y que cuando sientas que ya no puedes más recuérdalo o intenta revivirlo si puedes… Yo sigo esperando a que llueva…